ANTOLOGIA MADRES(EL REINO OLVIDADO)-LA ULTIMA DE SU ESPECIE

                                                         Imagen de ntnvnc en Pixabay

La presente narración fue concebida para la recopilación Madres del grupo de WhatsApp "El reino olvidado"(https://chat.whatsapp.com/KgVqQnQ1ECDFMj2hXGs8NN), en un principio la idea giro en torno a los xenoformos de Alien, pero derivo por otra vía diferente y en mi humilde opinión... Es quizás la mejor historia escrita por mí hasta el momento y que no suelo difundir por internet.

Espero que os guste y disfrutéis de su lectura, por el momento aún carece de una corrección adecuada, al no estar publicada en ningún recopilación. Así que ser comprensivos con las faltas que pueda presentar por el momento el texto y centraros en la trama de la historia.

Sin más preámbulos, os la dejo, esperando que os resulte en una agradable lectura.

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                                                    LA ÚLTIMA DE SU ESPECIE

Mifrandas era la última de su especie, los turrokan. Una raza antaño orgullosa que se jactó de controlar cerca de cien años luz al gobernar con puño de hierro a otros planetas que consideraron inferiores... Eran descendientes de los insectos, en concreto de lo que los humanos –los principales en la coalición que los exterminó– llamaban mantis religiosa, con la salvedad de que la propia hembra era la que servía de comida a los que salían de los huevos voraces y hambrientos.

Ya hace cerca de diez ondis –un término similar al año en el término de medir el tiempo humano, para ellos habían pasado ya treinta– que vagaba por el desierto Turrok, las ciudades no le hacían más que recordar lo grande y poderosos que llegaron a ser... Hasta que sus fronteras lindaron con la de los hombres y se toparon con un enemigo que en absoluto se esperaban; pese a que su nivel tecnológico era ligeramente inferior y eso les dio cierta ventaja al principio de la guerra que estalló de inmediato. No tardaron en verse desbordados por su ingenio combativo al adaptarse a sus esquemas de combate que tras haber sido descifrados les fueron inútiles... Además de que gracias a su posterior alianza con las especies que nos odiaban dentro de nuestros dominios mejoraron sus naves y armas por encima de las nuestras, haciendo su avance imparable para nuestras fuerzas que eran literalmente barridas del espacio tras apenas unos minutos de combate.

Mifrandas tomó asiento en un banco cerca del vehículo que utilizaba para desplazarse, ella tan solo se había salvado por cobardía en realidad... Desertó de su escuadrón en el último momento y se ocultó en un refugio subterráneo que imagino pasaría desapercibido a las naves aliadas desde la órbita, como efectivamente ocurrió; los últimos millones de turrokanes que quedaban en el planeta se lanzaron en un último y desesperado ataque con cuanto ya les quedaba, para tan solo ser exterminados sin piedad por los malditos enemigos liderados por la raza humana que los convirtieron en formidables guerreros contra nuestra antaño invencible flota espacial.

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Dichoso el día que tropezamos con esos desgraciados... Nunca nadie nos había supuesto un verdadero reto y puesto contra las cuerdas, nuestra flota fue incontenible por miles de años y dominamos con puño de hierro a los que finalmente nos aplastaron al unirse a los hombres, pienso llena de rabia al dar una fuerte patada a otro banco cercano.

  • Soy una maldita cobarde y desertora que debería de tener el valor para suicidarme, ¡no merezco seguir viva en este mundo cuando todos los míos dieron su vida para salvaguardar a nuestra especie de la extinción! –exclame frustrada como cada vez que hacía memoria y recordaba esos hechos.

Me levanté y dirigí al vehículo resignada al no poder reunir el valor necesario ni para eso, en el fondo siempre fui una cobarde que fingía ante los demás algo que no tenía... Me vi obligada a hacerlo desde bien pequeña, incluso ante mis propios padres, al vivir en una sociedad que no toleraba la más mínima cobardía en sus ciudadanos, reflexiono avergonzada conmigo misma.

Ya montada en la nave monoplaza que empleaba ahora, puse rumbo al azar por la desierta e inmensa ciudad que aún conservaba casi todos sus edificios intactos.

Las fuerzas aliadas por lo visto una vez vencieron y exterminaron hasta el último de los míos del planeta se fueron sin más, supongo que incluso ellos estarían hartos de la dura contienda que duró cerca de cinco largos y desesperantes ondis para nosotros sin querer seguir devastando nuestro mundo, pensó mientras volaba a poca altura por entre las calles apesadumbrada.

El destino hizo que llegara al único edificio que sí pareció recibir algo más de impactos, se trataba del centro de educación social para cobardes. Había además cuerpos en el el exterior, ya prácticamente en los huesos, eran los que intentaron huir de la masacre; para tan solo terminar abatidos por las armas enemigas y ser pasto de los animales carroñeros que los habían devorado casi por completo cuando aún estaban frescos... Por lo que pude apreciar a simple vista.

Como solía hacer en estos casos, pose la nave en el suelo y empecé a apilarlos juntos para desintegrarlos con varios disparos de mi arma. Los escasos restos fueron arrastrados por el viento que se levantó en ese momento y se elevaron en el aire mientras rezaba por ellos con un cántico típico de mi pueblo.

  • A veces desearía que hubieran dejado algunas naves vigilando Turrok y me detectaran, ser abatida por uno de sus rayos sería el final apropiado para una traidora a mi propia especie –digo mirando hacia arriba sabiendo de sobras que allí arriba no había nada por los datos que recibía de los satélites en órbita.

Vuelvo a mi lanzadera y me pongo en movimiento hasta que otro letrero llama mi atención y detengo el vehículo frente a la puerta, se trataba de una clínica de fertilidad y al ser además ya tarde... Recojo la mochila de la nave para cobijarme en ese edificio que aún estaba en perfectas condiciones, ya que no era prudente circular al oscurecer al empezar a salir peligrosos animales con los que no me apetecía lidiar.

Una vez en el interior, me aseguro de que las puertas queden bien cerradas y me dispongo a comer alguna cosa. Mientras examino la estancia que estaba relativamente aún en buen estado y me fijo en las salas del fondo, en donde inseminaban a las mujeres que no podían concebir los huevos de forma natural. A mí no es que me hubiera hecho realmente falta, pero no podía dejar de admirar a las que sin poder tenían el coraje de dar su vida, ya estuvieran en una relación o no que los motivara a dejar su descendencia a sabiendas de que suponía su inmediata sentencia de muerte... Ya que eran encerradas en una sala con las bolsas de huevo que excretan al cabo de poco, y del que saldrían sus voraces hijos; ese precisamente era el momento que me aterraba, el ser devorada viva y nunca entendí como mi especie seguía con esa bárbara costumbre en lugar de haberlo sustituido por algún sistema alternativo.

No era aceptable socialmente hablar de este asunto, por más que sabía que hubo un gran número de turrokanes que discreparon y guardaban silencio en público; aunque sí a nivel particular se soltaban y le comentaron en privado su rechazo por ese método inturrokano de poner fin a la vida de una hembra, pensaba mientras preparaba su saco de dormir a la vez que empezaba a escuchar algunos golpes en las puertas causados, por las feroces criaturas del exterior que intentaban entrar.

La luz del sol que se filtraba por los enormes ventanales del techo la despertaron al amanecer, abrió los ojos lentamente y un pensamiento cruzó por su mente, resuelta en esa determinación, salió del saco y guardo todo de nuevo en la mochila, para a continuación dirigirse a una de las salas del fondo en donde salió con una caja en sus manos.

¡Que tenga coraje por una vez en mi vida, pienso al salir del edificio.

Los siguientes días me dediqué a reunir la comida apropiada que iba bajando al complejo subterráneo y finalmente al cuarto bloqueé el ascensor en el inferior con una contraseña de seguridad.

  • ¡Este es el primer paso de mi plan! –digo en voz alta.

Me encamine hacia el “Centro de la vida”, en donde estaban las salas en las que nos encerraban a las hembras al empezar el proceso de gestación de los huevos en nuestros cuerpos. Al igual que toda la ciudad, la iluminación, así como las máquinas, se alimentaban de un sistema hidráulico instalado en un río subterráneo del que se obtenía a su vez el agua; por lo que el suministro energético estaba asegurado de por vida para su descendencia.

Antes de entrar en la estancia que se cerraba desde fuera y ya no podría volver a abrir, relato en el dispositivo exterior en un video mi historia, así como lo sucedido con nuestra especie a manos de esos odiosos seres humanos. Aunque omitió a propósito su nombre al no creer merecer ningún honor futuro por ser la madre de la nueva generación de turrokanes, seguía siendo en realidad una desertora que no cumplió con su deber en su momento.

Ya dentro del cubículo de concepción, abri la caja de la que me provei en el centro de inseminación y lo aplico sobre el miembro reproductor, al instante noto la reacción dentro del cuerpo, al empezar el imparable proceso de creación de los huevos de las futuras crías. Que expulsó a las pocas horas para dejarlos en el lugar preparado para lo mismo.

Los mantuve cuidados con la sustancia que segregaba, hasta que empezaron a eclosionar y salir las famélicas crías en busca de los nutrientes que tan solo hallarian en mi cuerpo, me mantuve firme, resistiendo mi natural cobardía cuando se aproximaban para devorarme...

  • Por Turrok, por Turrok, por Turrok, por Turrok... –repito sin cesar hasta que ya me fue imposible para infligirme valor y a la vez satisfecha por haber hecho algo que me hiciera merecedora, quizás de un perdón en el futuro por mi cobardía para con los mios.

                                                            *******

La puerta ya no se abriría hasta pasados unos diez nonis, con unas crías ya mínimamente racionales que tendrían toda la inmensa ciudad exterior para empezar de nuevo y de la que no podrían salir hasta que en varios ondis pudieran entender el mensaje que dejó junto con la contraseña del ascensor

                                                                     FIN

Obra protegida bajo registro de propiedad intelectual, prohibido su uso sin mi expreso permiso. 

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Espero que haya gustado y seguidamente pondre el enlace para descargar la recopilacion gratuita, por si hay algun interesado en hacerlo:

https://lektu.com/l/el-reino-olvidado-escritores/madres/20988


Comentarios

  1. Respuestas
    1. Me alegro de que te agradara, ha recibido críticas dispares ese relato, aunque por más que lo revisaba... No veía esos errores de estructura que me decían, y los que podían deberse a no saber poner según que pensamientos de la alienígena, los he corregido con base en como sé que ahora se ponen.

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  2. Buen relato, que corrobora una opinión de Borges: la de que los seres atormentados por su propia cobardía son personajes literarios más interesantes que los meramente valientes (aplicable a humanos y a cualquier otra especie del universo).

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    1. Lo de la cobardía en este caso es un recurso como otro cualquiera que empleo, dentro de la antología encaja al ser una madre, pero en principio buscaban algo menos retorcido los que convocaban me parece.

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